domingo, 14 de febrero de 2010

El corazón tiene razones que la razón no entiende


Forlán celebrando el 1er gol
El Atlético si no existiera habría que inventarlo. Tiene la habilidad de revolucionarlo toda allá donde va, sea para bien o para mal. Esta vez tocó la versión buena y tumbó al hasta ahora invencible Barcelona, que cayó a la lona por primera vez en esta Liga. Fue un partido eléctrico, disputado a un ritmo altísimo en el primer tiempo, en la mejor tradición de los duelos que cada temporada nos regalan estos dos conjuntos, que cuando se ven las caras se mueven por el alambre, sin red que les proteja. A una genialidad de uno le sigue la del otro y cada error se compensa con una genialidad. Un homenaje al fútbol que los aficionados disfrutan más que los entrenadores, pendientes de que el corazón no se imponga a la cabeza, de que la improvisación no supere a la táctica. Algo imposible en estos enfrentamientos tan maravillosamente descontrolados. Tan grandes son estos encuentros que, en estos tiempos de crispación que vivimos, el árbitro quedó reducido a una anécdota en la que nadie reparó hasta el segundo tiempo. Y no es poco eso cuando el personaje es Iturralde González, que conforme avanzó el encuentro comenzó a enredar, a mostrarse y a equivocarse. Sin trascendencia para el resultado, pero quizá es que su ego le impide pasar inadvertido.

El conjunto que dirige Quiqué Sánchez Flores juntó líneas como no lo había hecho en todo el curso, cerró espacios, recibió apoyos quien lo necesitó, entorpeció, con Tiago y Assunçao al frente, la circulación de la pelota del Barça y se entregó al contragolpe, arma tan antigua como apreciada en territorio rojiblanco. Un magnífico Reyes y el siempre genial Agüero se encargaron, junto al eficaz Forlán, de desequilibrar y dar sentido a toda esta puesta en escena. Faltan 16 jornadas y comienza una nueva Liga.

El comienzo del choque no pudo ser más nefasto para el Barcelona, que perdió por lesión a Keita a los dos minutos y a los nueve recibió el primer gol. Reyes cogió el balón en su campo, eludió a dos rivales y puso un balón precioso que dejó a Forlán solo ante Valdés. El uruguayo no falló y situó al Barcelona en una situación desconocida en esta Liga. Por primera vez se vio por debajo en el marcador.

No se conformó el Atlético con esa ventaja y se lanzó a por el segundo aprovechando su inspiración y el desconcierto del Barcelona. Así fue como pasado el cuarto de hora Agüero perdonó el 2-0. Le sobró generosidad, cuando se vio solo ante Valdés y en lugar de definir intentó combinar con Forlán. Estuvo de más ese último pase, que dio tiempo a que Puyo, atentísimo como siempre, despejara.

No había tregua ni pausa, ni un momento de respiro, y cuando todavía se lamentaba por el gol perdonado, el Calderón celebró el golazo de falta de Simao. Un tanto hijo de la técnica y de la astucia. En ese juego de engaño que se vive en toda falta, Simao engatusó a Valdés, quien dio un pasito a la derecha antes de que el portugués lanzara y pusiera con clase el balón en la izquierda, lejos de los guantes del portero.

El Barcelona tenía problemas en la elaboración, no encontraba la fluidez de costumbre en la circulación del balón, ese golpe de pedal que le permite dejar atrás a los rivales. En definitiva, era menos Barça. Y así fue hasta que tomó aliento cuando el reloj rozaba la media hora. Milito prolongó un saque de córner e Ibrahimovic, totalmente solo en el segundo palo, marcó. Esto también lo tiene el Atlético, capaz de recibir goles de quien lleva semanas sin celebrar uno.

Con el gol, el partido cambió de dueño. El Barcelona empezó a mandar, hizo el campo más ancho y comenzó a ser más profundo. Ya se sabe, para ser largo hay que ser ancho. Recompuso su figura, asustó al Atlético y de ahí al descanso no hubo más equipo que el de Guardiola. En esos momentos de debilidad y duda, el joven portero De Gea fue quien sostuvo al Atlético. Despejó un latigazo de Ibrahimovic, otro disparo de Messi y hasta un cabezazo abajo, donde más daño hace, de Puyol, aunque Iturralde ya se había encargado de anular la jugada.

El paso por los vestuarios espesó las ideas de los dos equipos, más imprecisos y que por momentos corrieron serio riesgo de descoserse. Bajó el ritmo del encuentro y el juego ya fue menos fluido y mucho más atropellado. El balón fue monopolio del Barcelona, pero sus ideólogos no terminaron de encontrar la inspiración, en gran medida por culpa del Atlético, muy superior físicamente y que supo mantener la calma para no desordenarse y presionó con sentido y donde más daño se puede hacer, en la salida del balón de los centrales. La pelota nunca llegó limpia a Xavi, Iniesta o Messi. Y cuando la defensa atlética corrió algún riesgo de que reventaran sus costuras, surgió la inesperada figura de Perea, que se multiplicó para aparecer siempre allí donde hacía falta. En el área contraria esa función le correspondió al de siempre, al inagotable Puyol, que conoce el oficio como pocos.

Quien no perdió la ocasión de lucirse fue Agüero, que se mueve en otra dimensión que sus compañeros. Es una delicia verle conducir el balón y esquivar rivales con la naturalidad con la que camina por el jardín de su casa.

El Barcelona acusó las bajas, algunas más que otras, como la de Dani Alves, pero desde el Camp Nou se cansaron de repetir durante la semana que las ausencias no debían ponerse como excusa. Con excusas o sin ellas, lo cierto es que el Barça acabó fundido y derrotado por el Atlético en el Vicente Calderón, que despidió con una ovación y coreando a los jugadores del equipo. Como dijo el filósofo francés Blaise Pascal, el corazón tiene razones que la razón no entiende.

1 comentario:

  1. Venga con dos cojones el aleti, a este paso la final es algo más que un simple sueño, esta al alcance de este equipo.

    Sígamos así, pronto nos llamaran para que comentemos un partido :D

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